"INCERTA OMNIA, SOLA MORS CERTA"

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Hace algún tiempo, yendo distraído por la calle -como siempre-, se me acercó alguien y me entregó un folleto a todo color, elegantemente diseñado, publicitando lo que parecía ser un "resort" o algún lugar adonde ir de vacaciones. Pero resultó ser otra cosa: ¡promocionaba un cementerio! Lo que me llamó la atención fue que, entre verdes prados cuidadosamente mantenidos, caritas sonrientes, con dentaduras perfectas, y ofertas realmente convenientes, por ningún lado apareciera la palabra "muerte". Ello me hizo recordar la tendencia creciente en nuestra cultura de vivir de espaldas a la muerte, evadiendo a toda costa su insoportable realidad. Se vive como si no existiera o como si se tratara de algo externo a nosotros y que no nos concierne personalmente.



¿Cuántos de nosotros pensamos en nuestra propia muerte?

Tenemos proyectos de vida; nos comprometemos con tal o cual causa; amamos u odiamos; soñamos con una vida mejor, tal vez con una familia propia; nos esforzamos para forjarnos un futuro seguro y "rentable", etcétera. En resumen, vivimos la vida. Pero el hecho desnudo, bruto e indiscutible es que, tarde o temprano, de un modo u otro, voluntaria o involuntariamente, es que nos (me) vamos (voy) a morir.


"To be, or not to be: that is the question:

Whether 'tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune,
Or to take arms against a sea of troubles,
And by opposing end them?
To die: to sleep;

No more; and by a sleep to say we end
That flesh is heir to -- 'tis a consummation
Devoutly to be wish'd. To die, to sleep;
To sleep, perchance to dream".

"Existir o no existir: esa es la pregunta:
si es más noble para el alma soportar
los castigos de la fortuna injusta,
u oponer los brazos a este torrente de calamidades,
y acabar con ellas en el combate?
Morir: dormir.


Nada más; Y si, por decirlo así, durmiendo acabáramos con

las aflicciones y los innumerables padecimientos,
que hemos heredado por naturaleza… sería un final
que deberíamos desear con ansia. Morir, dormir;
Dormir... y tal vez soñar".


Estos archiconocidos versos (y por lo mismo, muy mal conocidos) de la primera escena, del tercer acto de la obra de William Shakespeare, "Hamlet"[1] pueden sonar contemporáneos a nuestros oídos. Ayer como hoy, la muerte es EL problema por excelencia ante el cual, curiosamente, nos preguntamos por el sentido de la vida…nuestra vida. Ella nos empuja constantemente a preguntarnos por el sentido de la propia existencia, una existencia extraña que nos es impuesta desde fuera y que nos es quitada, sin que podamos hacer nada para evitarlo. La muerte es una realidad personal que nos afecta en lo más propio de nuestro ser, pero de la cual no podemos hablar con propiedad ya que de ella no podemos tener experiencia personal.[2] La nuestra es siempre una experiencia indirecta; es la muerte de los otros –cercanos o lejanos, humanos o no- la que nos lleva a plantearnos la pregunta por nuestra propia mortalidad. Es la conciencia de la posibilidad inminente de dejar de ser y la certeza de que en un futuro (indeterminado pero seguro) ya no tendré futuro.

La muerte es parte de la vida. Esto es tan así que se da, a nivel celular, la paradoja de que la negación de la muerte produce la muerte. Las células están, por así decirlo, programadas para morir, tienen fecha de vencimiento. Cuando por alguna mutación se produce una alteración en esa programación, las células se niegan a morir y comienzan a reproducirse de manera incontrolada y nociva. Y eso se llama cáncer.

Una de nuestras características, en cuanto seres vivos dotados de “interioridad”, es la de querer siempre más: anhelamos “ser-más”. Esta dinámica vital interna pareciera oponerse a la dinámica “externa”, “biológica” de la vida: biológicamente, somos un dinamismo que se va desgastando progresivamente; desde que nacemos vamos paulatinamente muriendo, rumbo al aniquilamiento, a dejar de ser… a la nada. El problema es que soy YO quien va rumbo a la aniquilación. Esa concretización espacio-temporal que soy en cuanto cuerpo, se desintegrará y diluirá al morir. Esto es tal radical que ya ni siquiera tendré conciencia de mí o de mi entorno: al morir el cerebro mueren con él todas las posibilidades de percibir, incluso la posibilidad de saberme muerto.

En nuestra época, de hegemonía de la ciencia y la técnica, tenemos más formas ilusorias de evadir esa realidad que me espera, que en otros momentos de la historia de la humanidad; tengo más herramientas para camuflar mi destino, para obviarlo y darle la espalda. Pero no importa. Nada de lo que haga podrá cambiar el hecho que no somos más que “caro data vermibus”: “carne para los gusanos”.

No estaría de más que, al mirarme al espejo antes de irme a dormir, imaginara una calavera que me dijera:
MEMENTO MORI: Recuerda que vas a morir…


[1] http://en.wikipedia.org/wiki/To_be,_or_not_to_beThe heart-ache and the thousand natural shocks


 




[2]La muerte se nos presenta como lo más cierto que le aguarda a nuestra vida y, al mismo tiempo, como aquello que nos saca o nos enajena de la vida. Tal es la situación que condiciona las posibilidades de nuestro discurso sobre el tema. En sí misma la muerte es indefinible, simplemente porque definir algo es un acto de dominio sobre lo definido: para definir la muerte tendríamos que dominarla. Y sabemos que es ella quien nos domina a nosotros. No es posible hablar de la muerte como de una experiencia hecha. Los que realmente han hecho esta experiencia, ya no nos hablan. Mientras estamos vivos, solo sabemos de la muerte por el testimonio mudo y opaco de otros, no por nosotros mismos. Al referirnos a ella, decimos cosas en relación a lago que situamos como futuro o posibilidad. Cuando dicho futuro o posibilidad se actualiza, dejamos de hablar y, solo entonces, hacemos la experiencia de la muerte. Visualizamos, por tanto, a la muerte como una realidad que nos aguarda”. Noemi, Juan; Vida y muerte: una reflexión teológico-fundamental; Teología y Vida, Vol. XLVIII (2007), 41 - 55.


1 comentarios:

manuel says:
10 de diciembre de 2009, 10:27

Es verdad que la muerte es una realidad en nuetras vidas, y que hasta los cientificos de alguna u otra manera tambien han tratado de prolongarla, no obstante... por que se produjo la muerte?, es una paradoja que nuestro cuerpo siendo como es (perfecto) en todo sentido, tenga , como dices tu, un final, es esto entonces todo lo que hay...? , creo en mi humilde opinión que estas respuestas, solo las puede dar el originador de la especie humana, y esta se encuentra el el LIbro de los Libros Biblia... LEELA KENO...(pero no la critiques solo leela,y ve lo que dice el creador para ti, te sorprenderas)Él esta mas cerca de ti delo que crees...