Pre-terremoto, o “el imperio (Chicago) contrataca”

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¡Terminaron las vacaciones!

Comienza un nuevo año, cargado de desafíos y esfuerzos que, a partir del 11 de marzo –y durante cuatro años-, los viviremos en un nuevo contexto. Durante este periodo, gran parte de la población experimentará inquietud y tal vez confirme sus sospechas; otros se sentirán esperanzados por el esperado cambio. Y una pequeña minoría privilegiada, simplemente, se frotará las manos, felices de poder manejar el Estado después de tanto tiempo.

La Derecha por fin pudo derrotar a la Concertación (aunque, en realidad, se trató de una autoderrota), “desalojarla” de la Moneda. Ahora podrán jugar a gobernar; en todo caso, el poder (político, económico, de información, etc.) lo han tenido siempre.

¿Podremos hacernos una idea acerca de lo que se nos viene?

Dejando de lado las promesas de campaña, (que no son más que “flatus vocis”, palabrerío hueco, ruido que pasa… aunque no son pocos los que se dejan encantar, como los ratones del flautista de Hamelin), podemos intentar pesquisar, con un poco de atención, algunas señales lanzadas al aire durante esta últimas semanas, especialmente a partir del discurso que hizo el nuevo presidente al ser proclamado oficialmente como vencedor en las pasadas elecciones por el Tribunal Calificador de Elecciones. En esa ocasión habló de una “nueva transición”, analogándola al paso de la dictadura a la democracia, en los años noventa. Tenemos aquí un discurso con pretensiones fundacionales, tratando de marcar un hito en este tiempo de celebración del Bicentenario. ¿Qué nos muestra el gabinete designado por el presidente? Se trata de un combinado ABC1, con predominio de la Universidad Católica y, de paso, el retorno de los Chicago Boys; personajes con intereses económicos que podrían causar conflictos en su desempeño (partiendo por el propio presidente). Seré tan paranoico como para haber sido el único que se fijó en el cambio de “look” de las nuevas ministras y subsecretarias: daba la impresión que iban a misa, y que los vestidos habían sido diseñados por una monja. ¡Ahora sí que llegaron verdaderas mujeres! Todas unas señoras “bien”, madres de familia (con todos los hijos que Dios les mande), con una educación como la Iglesia ordena; nada de escotes pecaminosos y pantalones bolcheviques… Todo muy “Opus” o “Legión”…¡Qué bonito!

Creo que hará falta aprender a leer entre líneas las palabras y acciones que tendremos ocasión de atestiguar a partir del 11/3. Desgraciadamente, Chile se ubica en uno de los niveles más bajos de comprensión de lectura del mundo; y esto es un fenómeno transversal en nuestra sociedad. Así es que no debiera extrañarnos que la mayoría poco iluminada (y buena parte de la minoría ilustrada) se trague acríticamente los discursos populistas y las promesas patronales. En el fondo siempre ha sido así. Es fruto de una crianza feudal del pueblo: se le ha enseñado a la masa pobre a reverenciar a sus amos (señores, patrones, etc.), y a ansiar y gozar las migajas que les tiran (llámense subsidios, bonos, etc.). La creciente desigualdad que cotidianamente experimentamos pareciera escandalizar a muy pocos. (Aquellos que se jactan de ser fieles a la Santa Madre Iglesia cuando ésta habla en términos de moral sexual, de materias de la vida sexual-reproductiva, se vuelven milagrosamente sordos a la voz de esa misma Iglesia cuando les habla de justicia social, sueldos dignos, respeto a los trabajadores. ¡A su cama la dejan entrar, pero no la dejan meterse con sus bolsillos!). Da la impresión del reinado de una cierta “fatalidad” (del latín “fatum”, destino), al estilo del sistema de castas de la India.

Piñera y su gente han comenzado a hablar de déficit fiscal y que se prevé una aplicación austera del presupuesto para el año 2010. ¿Qué conveniente, no? Seguramente están preparando el escenario para un manejo económico al estilo Chicago, donde primará la rebaja de gastos (de los otros, no los propios, por supuesto), y ya podemos imaginar lo que significa esto.

Muy típico del “self-made man”, Piñera tiene dificultades en reconocer el aspecto de gratuidad, de don, que tiene la vida. En su discurso en el Palacio de la Moneda, el 11 de marzo pasado, afirmó: “nada se nos ha dado”…”todo lo hemos forjado con esfuerzo”. De ahí a pensar que no se le debe nada a nadie hay sólo un paso.

Todo lo anterior fue redactado hacia fines de las vacaciones. Todo esto pasó a segundo plano la madrugada del sábado 27 de febrero.

¿Qué decir ante la magnitud de la catástrofe producida, que no haya sido dicho ya?

El susto inicial. La pena por lo ocurrido, porque es una desgracia demasiado grande para nuestra gente, la gente común y corriente que sí se va a ver afectada, de múltiples maneras, por el desastre económico que ello supone. La bronca ante la caradurez de algunas inmobiliarias que, aún habiendo sido dejadas en evidencia, siguen pensando en términos económicos de pérdida y ganancia… bronca ante los saqueos, producto –en un primer momento- de la histeria de una alcaldesa que, apenas pasadas seis horas del terremoto, ya estaba anunciando escasez de alimentos. Y luego, la viveza y falta de solidaridad y sentido cívico de algunos, que no dudaron en robar, incluso lo innecesario, y destruir todo a su paso. Hoy sabemos que no todos ellos eran “lumpen”, como se supuso los primeros días (mostrando, una vez más, el clasismo y arribismo tan típico del “homo chilensis”), sino también gente “bien”, educada y con recursos (económicos y morales).

Ahora tiene que venir, junto con la obligada reconstrucción, un tiempo de estricta reflexión acerca de cómo somos, y de la sociedad que estamos creando, en la que estamos inmersos.

Seguramente no pasará mucho tiempo para que volvamos a nuestra rutina diaria y actuemos como si nada hubiera ocurrido. La vida, al menos en la capital, pareciera seguir su curso, como si nada. Entre aquellos que no se vieron afectados grandemente por el terremoto, las preocupaciones cotidianas volverán a ocupar la atención. Este es otro signo que debiéramos considerar: nosotros, que nos jactamos de ser solidarios porque una vez al año nos sentamos a ver la Teletón por la tele, y tiramos unas cuantas monedas en el banco, para quedar con la conciencia tranquila, ¿verdaderamente lo somos?

Ahora la política ocupa las planas de los diarios. En el fondo eso está bien: la vida continúa; el luto debe vivirse, pero no eternizarse.

Al final de la jornada nos preguntaremos qué habremos aprendido de todo ello.

A manera de posdata:

El presidente por fin vendió sus acciones en LAN. Al fin se acabó: ahora tenemos un país más pobre y un presidente más rico. Curiosamente, el presidente sueña “con una sociedad con valores, para que, de tanto llenar los bolsillos, no se nos vacíe el alma”.

¡Plop!