Pre-terremoto, o “el imperio (Chicago) contrataca”

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¡Terminaron las vacaciones!

Comienza un nuevo año, cargado de desafíos y esfuerzos que, a partir del 11 de marzo –y durante cuatro años-, los viviremos en un nuevo contexto. Durante este periodo, gran parte de la población experimentará inquietud y tal vez confirme sus sospechas; otros se sentirán esperanzados por el esperado cambio. Y una pequeña minoría privilegiada, simplemente, se frotará las manos, felices de poder manejar el Estado después de tanto tiempo.

La Derecha por fin pudo derrotar a la Concertación (aunque, en realidad, se trató de una autoderrota), “desalojarla” de la Moneda. Ahora podrán jugar a gobernar; en todo caso, el poder (político, económico, de información, etc.) lo han tenido siempre.

¿Podremos hacernos una idea acerca de lo que se nos viene?

Dejando de lado las promesas de campaña, (que no son más que “flatus vocis”, palabrerío hueco, ruido que pasa… aunque no son pocos los que se dejan encantar, como los ratones del flautista de Hamelin), podemos intentar pesquisar, con un poco de atención, algunas señales lanzadas al aire durante esta últimas semanas, especialmente a partir del discurso que hizo el nuevo presidente al ser proclamado oficialmente como vencedor en las pasadas elecciones por el Tribunal Calificador de Elecciones. En esa ocasión habló de una “nueva transición”, analogándola al paso de la dictadura a la democracia, en los años noventa. Tenemos aquí un discurso con pretensiones fundacionales, tratando de marcar un hito en este tiempo de celebración del Bicentenario. ¿Qué nos muestra el gabinete designado por el presidente? Se trata de un combinado ABC1, con predominio de la Universidad Católica y, de paso, el retorno de los Chicago Boys; personajes con intereses económicos que podrían causar conflictos en su desempeño (partiendo por el propio presidente). Seré tan paranoico como para haber sido el único que se fijó en el cambio de “look” de las nuevas ministras y subsecretarias: daba la impresión que iban a misa, y que los vestidos habían sido diseñados por una monja. ¡Ahora sí que llegaron verdaderas mujeres! Todas unas señoras “bien”, madres de familia (con todos los hijos que Dios les mande), con una educación como la Iglesia ordena; nada de escotes pecaminosos y pantalones bolcheviques… Todo muy “Opus” o “Legión”…¡Qué bonito!

Creo que hará falta aprender a leer entre líneas las palabras y acciones que tendremos ocasión de atestiguar a partir del 11/3. Desgraciadamente, Chile se ubica en uno de los niveles más bajos de comprensión de lectura del mundo; y esto es un fenómeno transversal en nuestra sociedad. Así es que no debiera extrañarnos que la mayoría poco iluminada (y buena parte de la minoría ilustrada) se trague acríticamente los discursos populistas y las promesas patronales. En el fondo siempre ha sido así. Es fruto de una crianza feudal del pueblo: se le ha enseñado a la masa pobre a reverenciar a sus amos (señores, patrones, etc.), y a ansiar y gozar las migajas que les tiran (llámense subsidios, bonos, etc.). La creciente desigualdad que cotidianamente experimentamos pareciera escandalizar a muy pocos. (Aquellos que se jactan de ser fieles a la Santa Madre Iglesia cuando ésta habla en términos de moral sexual, de materias de la vida sexual-reproductiva, se vuelven milagrosamente sordos a la voz de esa misma Iglesia cuando les habla de justicia social, sueldos dignos, respeto a los trabajadores. ¡A su cama la dejan entrar, pero no la dejan meterse con sus bolsillos!). Da la impresión del reinado de una cierta “fatalidad” (del latín “fatum”, destino), al estilo del sistema de castas de la India.

Piñera y su gente han comenzado a hablar de déficit fiscal y que se prevé una aplicación austera del presupuesto para el año 2010. ¿Qué conveniente, no? Seguramente están preparando el escenario para un manejo económico al estilo Chicago, donde primará la rebaja de gastos (de los otros, no los propios, por supuesto), y ya podemos imaginar lo que significa esto.

Muy típico del “self-made man”, Piñera tiene dificultades en reconocer el aspecto de gratuidad, de don, que tiene la vida. En su discurso en el Palacio de la Moneda, el 11 de marzo pasado, afirmó: “nada se nos ha dado”…”todo lo hemos forjado con esfuerzo”. De ahí a pensar que no se le debe nada a nadie hay sólo un paso.

Todo lo anterior fue redactado hacia fines de las vacaciones. Todo esto pasó a segundo plano la madrugada del sábado 27 de febrero.

¿Qué decir ante la magnitud de la catástrofe producida, que no haya sido dicho ya?

El susto inicial. La pena por lo ocurrido, porque es una desgracia demasiado grande para nuestra gente, la gente común y corriente que sí se va a ver afectada, de múltiples maneras, por el desastre económico que ello supone. La bronca ante la caradurez de algunas inmobiliarias que, aún habiendo sido dejadas en evidencia, siguen pensando en términos económicos de pérdida y ganancia… bronca ante los saqueos, producto –en un primer momento- de la histeria de una alcaldesa que, apenas pasadas seis horas del terremoto, ya estaba anunciando escasez de alimentos. Y luego, la viveza y falta de solidaridad y sentido cívico de algunos, que no dudaron en robar, incluso lo innecesario, y destruir todo a su paso. Hoy sabemos que no todos ellos eran “lumpen”, como se supuso los primeros días (mostrando, una vez más, el clasismo y arribismo tan típico del “homo chilensis”), sino también gente “bien”, educada y con recursos (económicos y morales).

Ahora tiene que venir, junto con la obligada reconstrucción, un tiempo de estricta reflexión acerca de cómo somos, y de la sociedad que estamos creando, en la que estamos inmersos.

Seguramente no pasará mucho tiempo para que volvamos a nuestra rutina diaria y actuemos como si nada hubiera ocurrido. La vida, al menos en la capital, pareciera seguir su curso, como si nada. Entre aquellos que no se vieron afectados grandemente por el terremoto, las preocupaciones cotidianas volverán a ocupar la atención. Este es otro signo que debiéramos considerar: nosotros, que nos jactamos de ser solidarios porque una vez al año nos sentamos a ver la Teletón por la tele, y tiramos unas cuantas monedas en el banco, para quedar con la conciencia tranquila, ¿verdaderamente lo somos?

Ahora la política ocupa las planas de los diarios. En el fondo eso está bien: la vida continúa; el luto debe vivirse, pero no eternizarse.

Al final de la jornada nos preguntaremos qué habremos aprendido de todo ello.

A manera de posdata:

El presidente por fin vendió sus acciones en LAN. Al fin se acabó: ahora tenemos un país más pobre y un presidente más rico. Curiosamente, el presidente sueña “con una sociedad con valores, para que, de tanto llenar los bolsillos, no se nos vacíe el alma”.

¡Plop!

Sobre verdades y mentiras a medias, o es lo mismo pero no es igual…

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Antes que todo, quisiera dejar constancia que estas líneas han sido escritas con reflexión, investigación y con mucha bronca, fruto de la indignación que me produce el que quieran vernos la cara y que piensen que somos todos una manga de huevones... ¡No somos ninguna manga!

Aquellos que sean sureños como yo seguramente recordarán el lema de la radio Bío Bío :"El hombre que no es informado, no puede tener opinión" (a lo que, más tarde, se agregó: "El hombre que no tiene opinión, no puede tomar decisiones"). Una gran verdad que a veces pareciera olvidarse. Información, opinión y decisión constituyen una tríada dinámica en la cual, si se afecta alguno de sus componentes se afectará al todo resultante.

Esta realidad es particularmente sensible en época de elecciones presidenciales, ya que se juega (idealmente) el cómo vamos organizándonos como sociedad e individuos. Ahora bien, una vez más presenciamos el "juego" de verdades dichas a medias y mentiras camufladas. Todo ello a raíz del escándalo producido por la confesión (¿interesada?) de los representantes de Farmacias Ahumada (FASA) de haberse coludido con las otras dos cadenas farmacéuticas "rivales" para subir los precios a un importante número de medicamentos, redundando en ganancias inmensas para ellos, la cuasi extinción de la competencia –representada por las antiguas farmacias “de barrio”– y en un daño a la población, especialmente los tramos más vulnerables: los infantes, la tercera edad y los enfermos crónicos. (Es raro que nadie vea en ese accionar una verdadera traición a la Patria. Tal vez habría que reflexionar en ello).

Y, una vez más, aparece el señor Piñera, (epítome del ambicioso sin límites, que exuda sus ansias de hacerse con el poder total: económico -que pareciera tenerlo- y político) candidato a la presidencia de la República por la Alianza por Chile, envuelto en una maraña de equívocos y mentiras-verdades dichas a medias. ¿Cómo puede ser que haya alguien que crea que él no tenía idea acerca de sus inversiones en FASA? En este caso, da lo mismo que su participación como accionista sea "ínfima" y que no tenga acceso a la toma de decisiones. ¡Da lo mismo! Lo fundamental es que miente descaradamente, una y otra vez, sin siquiera ponerse colorado. En el fondo, miente cuando dice que está desprendiéndose de algunas de sus empresas ya que, aunque alguien se las administre (cualquiera que sea el mecanismo utilizado para ello), sigue siendo el dueño. Miente cuando afirma: "yo tengo esta participación en FASA porque cuando vendí empresas donde tenía participación significativa dije públicamente que iba a reinvertir esos recursos siguiendo la misma línea de inversión de los fondos de pensiones, para compartir la suerte de las inversiones donde están los ahorros de los chilenos, y como todos los fondos de pensiones tienen acciones en FASA, por eso está en nuestras inversiones", ya que su "suerte" no tiene mucho en común con la del resto de chilenos, que sabemos que se está especulando con nuestras platas, sin que se nos haya pedido la opinión y sin que podamos evitarlo. Y es sólo cuestión de ver las cifras... Para ilustrar esta situación veamos el caso de una AFP:




AFP HABITAT S.A. Fondo tipo B y AFP HABITAT S.A. fondo tipo C. Según la información entregada por la Superintendencia de Valores y Seguros (www.svs.cl), ambos fondos tienen una propiedad de entre el 1% y el 5% del total de las acciones de FASA. No dice exactamente cuánto es. Pero ¿entre cuántas personas se reparten los dividendos? En el caso de Piñera, el hombre solidario que comparte la suerte de los chilenos, él sólo se embolsó $1.400.000. 000...
¡Felicitaciones!


¿Para qué hacer todo este ruido…que tal vez nadie percibirá?


Bueno… es mi privilegio no estar de acuerdo con algo y manifestarlo, aunque nadie vaya a leer estas palabras. Debo decir que me fastidia esta especie de mentalidad de peón de fundo que pareciera impregnar nuestra conducta. Flota sobre nuestra sociedad algo así como el fantasma de la fatalidad, el “fatum”, en el sentido que pareciera que el destino ya está escrito y no nos queda más que aceptarlo: el patrón siempre tiene la razón y aunque no la tenga no importa, ya que es el patrón… el destino lo puso como tal, y a mí me tocó ser peón… ¡mala suerte! Los poderosos pueden hacer lo que quieran; las AFP pueden arriesgar nuestros fondos; los multimillonarios pueden jugar a ser servidores públicos y, de paso, reírse de nuestra estupidez. Gran parte de nuestros políticos son unos chantas, miopes, que no ven más allá de los intereses particulares de sus grupos y de un puñado de privilegios cagones. Somos uno de los países con mayores desigualdades del mundo. No importa… el destino lo quiso así… Por eso nacimos en Chile y no en la Argentina, por ejemplo, donde en una situación como la que hemos descrito ya se habrían tomado las calles de la capital manifestando su descontento, y no como acá, que van a gritar ante los empleados de las farmacéuticas y no a los dueños y ejecutivos, que son los que realmente toman las decisiones. Bueno, el “destino” quiso que tuvieran otro carácter y les envió más italianos para conformar su sociedad…


Desgraciadamente (afortunadamente para algunos), en Chile todo se enfría rápidamente. Así es que es muy probable que pronto todo esto se habrá olvidado.


Es nuestro destino.

"INCERTA OMNIA, SOLA MORS CERTA"

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Hace algún tiempo, yendo distraído por la calle -como siempre-, se me acercó alguien y me entregó un folleto a todo color, elegantemente diseñado, publicitando lo que parecía ser un "resort" o algún lugar adonde ir de vacaciones. Pero resultó ser otra cosa: ¡promocionaba un cementerio! Lo que me llamó la atención fue que, entre verdes prados cuidadosamente mantenidos, caritas sonrientes, con dentaduras perfectas, y ofertas realmente convenientes, por ningún lado apareciera la palabra "muerte". Ello me hizo recordar la tendencia creciente en nuestra cultura de vivir de espaldas a la muerte, evadiendo a toda costa su insoportable realidad. Se vive como si no existiera o como si se tratara de algo externo a nosotros y que no nos concierne personalmente.



¿Cuántos de nosotros pensamos en nuestra propia muerte?

Tenemos proyectos de vida; nos comprometemos con tal o cual causa; amamos u odiamos; soñamos con una vida mejor, tal vez con una familia propia; nos esforzamos para forjarnos un futuro seguro y "rentable", etcétera. En resumen, vivimos la vida. Pero el hecho desnudo, bruto e indiscutible es que, tarde o temprano, de un modo u otro, voluntaria o involuntariamente, es que nos (me) vamos (voy) a morir.


"To be, or not to be: that is the question:

Whether 'tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune,
Or to take arms against a sea of troubles,
And by opposing end them?
To die: to sleep;

No more; and by a sleep to say we end
That flesh is heir to -- 'tis a consummation
Devoutly to be wish'd. To die, to sleep;
To sleep, perchance to dream".

"Existir o no existir: esa es la pregunta:
si es más noble para el alma soportar
los castigos de la fortuna injusta,
u oponer los brazos a este torrente de calamidades,
y acabar con ellas en el combate?
Morir: dormir.


Nada más; Y si, por decirlo así, durmiendo acabáramos con

las aflicciones y los innumerables padecimientos,
que hemos heredado por naturaleza… sería un final
que deberíamos desear con ansia. Morir, dormir;
Dormir... y tal vez soñar".


Estos archiconocidos versos (y por lo mismo, muy mal conocidos) de la primera escena, del tercer acto de la obra de William Shakespeare, "Hamlet"[1] pueden sonar contemporáneos a nuestros oídos. Ayer como hoy, la muerte es EL problema por excelencia ante el cual, curiosamente, nos preguntamos por el sentido de la vida…nuestra vida. Ella nos empuja constantemente a preguntarnos por el sentido de la propia existencia, una existencia extraña que nos es impuesta desde fuera y que nos es quitada, sin que podamos hacer nada para evitarlo. La muerte es una realidad personal que nos afecta en lo más propio de nuestro ser, pero de la cual no podemos hablar con propiedad ya que de ella no podemos tener experiencia personal.[2] La nuestra es siempre una experiencia indirecta; es la muerte de los otros –cercanos o lejanos, humanos o no- la que nos lleva a plantearnos la pregunta por nuestra propia mortalidad. Es la conciencia de la posibilidad inminente de dejar de ser y la certeza de que en un futuro (indeterminado pero seguro) ya no tendré futuro.

La muerte es parte de la vida. Esto es tan así que se da, a nivel celular, la paradoja de que la negación de la muerte produce la muerte. Las células están, por así decirlo, programadas para morir, tienen fecha de vencimiento. Cuando por alguna mutación se produce una alteración en esa programación, las células se niegan a morir y comienzan a reproducirse de manera incontrolada y nociva. Y eso se llama cáncer.

Una de nuestras características, en cuanto seres vivos dotados de “interioridad”, es la de querer siempre más: anhelamos “ser-más”. Esta dinámica vital interna pareciera oponerse a la dinámica “externa”, “biológica” de la vida: biológicamente, somos un dinamismo que se va desgastando progresivamente; desde que nacemos vamos paulatinamente muriendo, rumbo al aniquilamiento, a dejar de ser… a la nada. El problema es que soy YO quien va rumbo a la aniquilación. Esa concretización espacio-temporal que soy en cuanto cuerpo, se desintegrará y diluirá al morir. Esto es tal radical que ya ni siquiera tendré conciencia de mí o de mi entorno: al morir el cerebro mueren con él todas las posibilidades de percibir, incluso la posibilidad de saberme muerto.

En nuestra época, de hegemonía de la ciencia y la técnica, tenemos más formas ilusorias de evadir esa realidad que me espera, que en otros momentos de la historia de la humanidad; tengo más herramientas para camuflar mi destino, para obviarlo y darle la espalda. Pero no importa. Nada de lo que haga podrá cambiar el hecho que no somos más que “caro data vermibus”: “carne para los gusanos”.

No estaría de más que, al mirarme al espejo antes de irme a dormir, imaginara una calavera que me dijera:
MEMENTO MORI: Recuerda que vas a morir…


[1] http://en.wikipedia.org/wiki/To_be,_or_not_to_beThe heart-ache and the thousand natural shocks


 




[2]La muerte se nos presenta como lo más cierto que le aguarda a nuestra vida y, al mismo tiempo, como aquello que nos saca o nos enajena de la vida. Tal es la situación que condiciona las posibilidades de nuestro discurso sobre el tema. En sí misma la muerte es indefinible, simplemente porque definir algo es un acto de dominio sobre lo definido: para definir la muerte tendríamos que dominarla. Y sabemos que es ella quien nos domina a nosotros. No es posible hablar de la muerte como de una experiencia hecha. Los que realmente han hecho esta experiencia, ya no nos hablan. Mientras estamos vivos, solo sabemos de la muerte por el testimonio mudo y opaco de otros, no por nosotros mismos. Al referirnos a ella, decimos cosas en relación a lago que situamos como futuro o posibilidad. Cuando dicho futuro o posibilidad se actualiza, dejamos de hablar y, solo entonces, hacemos la experiencia de la muerte. Visualizamos, por tanto, a la muerte como una realidad que nos aguarda”. Noemi, Juan; Vida y muerte: una reflexión teológico-fundamental; Teología y Vida, Vol. XLVIII (2007), 41 - 55.


¡La plaga!

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En esta época, de primavera bien entrada, en la que nuevamente se ponen de moda las plagas (polillas, ratones, garrapatas, etc.), quisiera comentar brevemente sobre un tipo particular de plaga. Se trata de unas entidades bípedas, antropomorfas, que emiten unos sonidos naso-guturales ininteligibles, y que parecieran haberse tomado los espacios públicos de nuestras ciudades: me refiero a los denominados “flaites”.

Basta pasearse por cualquier calle, subirse a una micro o al metro y nos encontraremos con ellos: ruidosos, malencarados, ajenos a toda norma mínima de urbanidad; van por la vida emitiendo sonidos que sólo ellos comprenden, casi siempre, acompañados (e impregnados) de alcohol…ensuciándolo todo…con su presencia y sus residuos.


¿Cómo pudo pasar que seres tan desagradables pudieran haberse reproducido tanto? ¿Qué va a pasar a futuro? Estos entes van a tener descendencia, la cual multiplicará su contaminante presencia. Tal vez una campaña de esterilización forzada eliminaría el peligro que representan. Pero bueno…seamos realistas…algo así no va a ocurrir.

Pero por lo menos puedo soñar.



P.D.: Para no ser injustos, debo decir que la ordinariez y mala educación no es exclusiva de los flaites. Soy testigo de que existen humanos “letrados”, incluso académicos de nuestra institución que son tan rotos como las entidades anteriormente mencionadas.





Y ¿qué son? Dicho breve y brutalmente, basura. Son una mala copia (¿copia... en Chile?...qué raro, ¿no?) de una muy mala combinación: el estilo de los delincuentes negros de los barrios marginales gringos y toda esa basura sonora que nos llega de la zona del Caribe. Tal vez sean fruto de la cultura de la inequidad y exclusión que reina en Chile desde hace algún tiempo. ¡Qué sé yo! Tampoco me importa. Lo único que quisiera es que fueran eliminados del paisaje urbano.


Lo peor de todo, es que parecieran estar por todas partes. Ya no son de exclusividad de las poblaciones marginales, del ámbito del narcotráfico o de las barras de clubes de fútbol. ¡Hasta en las universidades se los encuentra! Es realmente una desgracia.

¡¡NO MATES LA MÚSICA!!

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¿Qué actitud adoptar ante el "hídrico" encontronazo acontecido entre la adolescente María Música Sepúlveda y la ministra de Educación Mónica Jiménez?


Se puede apreciar que las posiciones oscilan entre la condena sin más y una autocomplacencia y permisividad a ultranza. En ambas trincheras pareciera flotar el gas venenoso de la amnesia. Los adultos, conforme vamos avanzando en el tiempo (y, supuestamente, creciendo en experiencia y madurez) tenemos la tendencia a ponernos amnésicos. Generalmente, ante los menores recordamos -y decoramos- nuestras "aventuras" de juventud; entre pares celebramos las "embarradas" que solíamos mandarnos. En el caso que nos ocupa, las tendencias parecieran fluctuar entre el viejo buena onda -"forever young"- que saluda acríticamente lo hecho por María Música, y el viejo de mierda -momio retrógrado y conservador- que se erige en juez, condenando el hecho y exigiendo las penas del infierno; por otro lado, aquellos que celebran lo hecho por esta niña –entre los que se encuentran no pocos docentes-, parecieran no considerar el que pudieron haber sido ellos mismos el objeto de la ira de María Música. Aparte quedaría una gran masa de despistados que no sabe qué opinar o cuál sería la actitud más conveniente a adoptar. Todo lo ello, más que hablar de una niña malcriada que tuvo una pataleta en un momento indebido, nos dice mucho acerca de nosotros como pueblo.

¿Cómo somos?

Una actitud típica del chileno es la de ponerse de parte del más fuerte. Esto puede darse abiertamente, apoyando, alabando, sirviendo al que ostenta el poder (ante mí); aprovechándose del más débil -en consonancia con el dicho repetido casi hasta el hastío: "el hilo se corta por lo más delgado"-. O de forma pasiva, camuflada a través de la ilusión de la "neutralidad" (llámesele abstención, falta de compromiso, votar en blanco, no estar “ni ahí”, etc.). Un claro ejemplo de esto se puede apreciar en el comportamiento -por lo menos en un primer momento- del cuerpo docente del colegio al que pertenece esta chica: todos unidos y obedientes a la voz del alcalde-amo. A la transgresora hay que castigarla de un modo ejemplar, es decir que sea un ejemplo-advertencia para el resto de sus compañeros. Es una maleducada que debe ser corregida.
Pero... ¿quiénes son los encargados de "educarla"?...
Es claro que la primera -y fundamental- etapa de la educación ocurre en el seno familiar. Hay modos sociales que solamente se cimentan -de una vez y para siempre- en la familia. He visto a no pocos "profesionales", gente "letrada", que son unas
mierdas, humanamente hablando: arrogantes, descorteses; insensibles a las necesidades de los demás, incluso a la misma existencia de esos otros. Desgraciadamente, eso no se enseña (ni se aprende) en un colegio o en una universidad. Se tiene o no; se adquiere en los primeros años de formación o nunca. En este nivel, la responsabilidad de los padres (o encargados de la crianza) es crucial. Por otro lado, en un segundo momento, la educación "formal" queda en manos de “expertos”. Desgraciadamente, pareciera ser que muchos de estos “expertos” reducen su tarea a la pura inyección de conocimientos. Se podrá argumentar contra esta queja que el objetivo final de doce o más años de estudio es llegar a la universidad, obtener un título que ayude a tener un trabajo rentable para una vida mejor. Pero esto no asegura que se llegue a ser un mejor ser humano. Realidad que, por lo demás, es tarea para toda la vida.

Otra característica nuestra es el miedo a la crítica. Tenemos la tendencia a identificar “crítica” con “ataque personal” (bueno… a veces puede, efectivamente, ser así). Es como la sensación de que al criticarnos quisieran eliminarnos. Dicen los expertos que uno de los síntomas del desorden narcisista de personalidad es la incapacidad de tolerar cualquier forma de crítica. “...One of the symptoms of Narcissistic Personality Disorder is an inability to tolerate any forms of criticism.
(Cf.: http://en.wikipedia.org/wiki/Critic; http://en.wikipedia.org/wiki/Narcissistic_Personality_Disorder).

Esto lo veo profundamente unido al hecho de que nos tomamos muy en serio: adolecemos de buen humor. Tal vez se deba a que las tensiones de la vida diaria, la lucha constante por obtener el éxito en todas o alguna de las dimensiones de nuestra vida, nos lleva a estar permanentemente en un estado de alerta contra virtuales ataques . ¡Quién sabe!
El hecho es que no solemos reírnos de nosotros mismos. Es como si fuera una especie de
tabú. Tal vez oímos demasiado cuando niños eso de que "la risa abunda en la boca de los tontos".
Pero no es que no nos riamos en absoluto. No es así. Nos reímos del otro, especialmente cuando ese otro es un "otro-menos”: menos rico, menos atractivo, menos inteligente, menos dotado, etc. Hace algunos días estaba en casa viendo por televisión uno de esos programas de cámaras ocultas en que hacen bromas a los transeúntes. Se trataba de videos realizados en Canadá, Francia y Alemania. Me llamó mucho la atención la gran diferencia entre las reacciones de la gente allá y las que se dan en Chile cuando se realiza la misma
broma. Es impresionante el nivel de rabia y violencia acumulada que se puede apreciar en las reacciones de los chilenos: mientras un canadiense, después de unos segundos de estupefacción se relaja y ríe ante lo ridículo de la situación, acá lo primero que ocurre es que el bromista es golpeado de inmediato, para a continuación ser "empapelado" a garabatos.
¿Qué nos pasa? ¿Por qué tan "saltones"?


Pareciera existir entre los más jóvenes serios problemas con la autoridad. "No hay respeto"..."no obedecen", se oye decir. ¿No será que se trata menos de problemas con la autoridad que DE autoridad? Tenemos que aparece una autoridad no validada ante los "subordinados" (decir esto supone ya una estructura jerarquizada de pensamiento y en la sociedad).
¿Qué es lo que autoriza -habilita- a una autoridad? ¿Basta simplemente con que sea elegida o designada para ocupar una función de tal?
En relación con el “escándalo” producido por la “falta de respeto” de una alumna de Enseñanza Media ante una autoridad nacional, se me viene a la mente las no pocas ocasiones en que "honorables" se han trenzado a golpes en el Congreso, como si fueran
barristas de algún club deportivo. ¿Qué ha pasado en esas circunstancias? NADA. ¿Quién se escandalizó o exigió sanciones ejemplificadoras?

Creo que la autoridad -así como la honorabilidad- no se obtiene por decreto (aunque legal y administrativamente así ocurra).







La autoridad se merece.







A manera de "Post scriptum", quisiera mencionar lo ocurrido a raíz del accidente de Putre, en el que fallecieron nueve alumnas del Colegio Cumbres de Las Condes.
Dejando de lado el hecho dramático de la pérdida de vidas jóvenes, me llama fuertemente la atención el tratamiento dado a los familiares de las víctimas, lo cual nos da otro ejemplo acerca de cómo somos los chilenos. Se ha manejado esta situación con guantes blancos: se envió el avión presidencial -con presencia ministerial incluida-*. El cardenal Errázuriz envía ¡desde Roma! una conmovedora carta de condolencias a los familiares y a las autoridades del colegio; se oía hablar de las "niñitas"...que son unos "angelitos"...que están en el
Cielo...

¡Si hasta el Servicio Médico Legal entregó los cadáveres en un tiempo inauditamente corto!

Es como si hubiera muertos VIP, que hasta en la muerte y en la (posible) otra vida seguirán disfrutando de los privilegios que gozaron cuando vivían. ¿No suena esto demasiado parecido al Egipto de los
faraones?
Tal vez se deba a la cercanía de las elecciones municipales, y no se quisiera perder la posibilidad de granjearse las simpatías de los verdaderamente poderosos.

¿Y el chofer del bus? ¡Que se joda!
Total, es un nadie.

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*("El abogado Fernando Barros tuvo palabras de agradecimiento para el Ejecutivo y el gobierno regional de Arica y Parinacota, por la ayuda que se prestó a las nueve familias que perdieron una hija en el accidente que el viernes afectó a un bus de turismo cerca de Putre."Gracias a la Presidenta, muchas gracias al Gobierno, a la ministra de Educación, que fue como una tía, como una amiga que estuvo con nosotros, a las autoridades de Iquique, el intendente, al gobernador; realmente hemos visto una gran solidaridad":
http://www.cooperativa.cl/prontus_nots/site/artic/20080901/pags/20080901004223.html


Nótese que la verdadera solidaridad se da hacia aquellos de quienes no tengo nada que perder.