Ápeiron (τὸ ἄπειρον):

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Los primeros filósofos griegos (los llamados “presocráticos”, o también “físicos”) surgieron, por allá por el siglo VI a.C., cuando una serie de hombres comenzó a tomar conciencia que sus representaciones y explicaciones míticas (religiosas) o poéticas del universo, la vida, la muerte, la organización social, etc., no eran exclusivas ni superiores a las de sus vecinos (como podemos darnos cuenta, el chauvinismo egocéntrico no es algo privativo de los chilenos). Por lo tanto, decidieron intentar una explicación eminentemente racional, que diera cuenta de la pluralidad de fenómenos que se suceden uno tras otro, y que conforman nuestra percepción del universo. Ya no se recurriría a unos dioses temperamentales, que manejan a su antojo los destinos del universo y especialmente los de los hombres[1]. Ahora los hombres, a partir de su propio esfuerzo intelectual, se dedicarán a buscar los principios explicativos y estructurados de la realidad (algo que hoy intentan las ciencias naturales, factuales o empíricas, especialmente la física). Así, hubo muchos intentos y muchas respuestas, una de las cuales es la Anaximandro[2], quien postuló como principio de todo el “ápeiron”, lo indefinido (que no era ninguno de los cuatro elementos clásicos: agua, fuego aire o tierra) y, por lo tanto, ilimitado. De ello vienen todas las cosas en un ciclo infinito de equilibrio entre opuestos…

Pero bueno, no hay que asustarse: esto no es un blog de filosofía. Sólo será un medio para expresar opiniones, reflexiones, anécdotas, sin tener -necesaria y explícitamente- un hilo conductor; más que nada, se trata de una invitación a pensar en común. He decidido usar esta palabra griega de un modo analógico: simplemente se trata de tener una apertura a todos los temas que me sea posible comentar, sin mayor restricción que mi capacidad, el conocimiento y las ganas de exteriorizar mis “procesos” interiores.

En realidad, dudé cuando se me pidió que colaborara en este blog, ya que no sentía que tuviera algo útil que decir. Siempre he sentido escrúpulos
[3] al momento de “servir” por escrito lo que he ido “cocinando” en mi cabeza. Normalmente pienso mucho lo que voy a decir, pero no siempre digo todo lo que pienso y cómo lo pienso. La verdad es que creo que no todo el mundo debiera hablar. De hecho, creo que se habla demasiado…hasta la náusea. Estamos sumergidos en un mar de palabrería hueca, sin sustancia, llena de “slogans” que se repiten de modo irracional e irrazonado. Realmente echo de menos el silencio. Es en el silencio donde podremos oír nuestra propia voz interior, y las voces que nos hablan desde nuestras lecturas y reflexiones pasadas. Sólo así podremos saber, al conversar con nuestros pensamientos, si realmente vale la pena proferir, “echar afuera”, lo que está al interior de nuestro espíritu. Tal vez en otra ocasión podríamos reflexionar acerca de lo que nos pasa cuando leemos. Ya veremos más adelante.

Así, de este modo un tanto confuso, quiero dejar presentada mi participación en nuestro blog.


[1] Cada vez que en alguno de estos escritos hablemos del hombre o los hombres, será pensando en el género humano, y no en un sexo determinado. Así como en griego existe una palabra específica para designar al ser humano: άνθρωπος, diferente de ανήρ (hombre ♂) y γυνή (mujer ♀); o en la lengua alemana, donde der Mensch engloba a der Mann (hombre) y die Frau (mujer).


[2] Mileto (Actual Turquía) 611 a.C. – 547 a.C.


[3] http://etimologias.dechile.net/?escru.pulo










"Indefinido”, de Antonio Zeballos Suarez