Sobre verdades y mentiras a medias, o es lo mismo pero no es igual…

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Antes que todo, quisiera dejar constancia que estas líneas han sido escritas con reflexión, investigación y con mucha bronca, fruto de la indignación que me produce el que quieran vernos la cara y que piensen que somos todos una manga de huevones... ¡No somos ninguna manga!

Aquellos que sean sureños como yo seguramente recordarán el lema de la radio Bío Bío :"El hombre que no es informado, no puede tener opinión" (a lo que, más tarde, se agregó: "El hombre que no tiene opinión, no puede tomar decisiones"). Una gran verdad que a veces pareciera olvidarse. Información, opinión y decisión constituyen una tríada dinámica en la cual, si se afecta alguno de sus componentes se afectará al todo resultante.

Esta realidad es particularmente sensible en época de elecciones presidenciales, ya que se juega (idealmente) el cómo vamos organizándonos como sociedad e individuos. Ahora bien, una vez más presenciamos el "juego" de verdades dichas a medias y mentiras camufladas. Todo ello a raíz del escándalo producido por la confesión (¿interesada?) de los representantes de Farmacias Ahumada (FASA) de haberse coludido con las otras dos cadenas farmacéuticas "rivales" para subir los precios a un importante número de medicamentos, redundando en ganancias inmensas para ellos, la cuasi extinción de la competencia –representada por las antiguas farmacias “de barrio”– y en un daño a la población, especialmente los tramos más vulnerables: los infantes, la tercera edad y los enfermos crónicos. (Es raro que nadie vea en ese accionar una verdadera traición a la Patria. Tal vez habría que reflexionar en ello).

Y, una vez más, aparece el señor Piñera, (epítome del ambicioso sin límites, que exuda sus ansias de hacerse con el poder total: económico -que pareciera tenerlo- y político) candidato a la presidencia de la República por la Alianza por Chile, envuelto en una maraña de equívocos y mentiras-verdades dichas a medias. ¿Cómo puede ser que haya alguien que crea que él no tenía idea acerca de sus inversiones en FASA? En este caso, da lo mismo que su participación como accionista sea "ínfima" y que no tenga acceso a la toma de decisiones. ¡Da lo mismo! Lo fundamental es que miente descaradamente, una y otra vez, sin siquiera ponerse colorado. En el fondo, miente cuando dice que está desprendiéndose de algunas de sus empresas ya que, aunque alguien se las administre (cualquiera que sea el mecanismo utilizado para ello), sigue siendo el dueño. Miente cuando afirma: "yo tengo esta participación en FASA porque cuando vendí empresas donde tenía participación significativa dije públicamente que iba a reinvertir esos recursos siguiendo la misma línea de inversión de los fondos de pensiones, para compartir la suerte de las inversiones donde están los ahorros de los chilenos, y como todos los fondos de pensiones tienen acciones en FASA, por eso está en nuestras inversiones", ya que su "suerte" no tiene mucho en común con la del resto de chilenos, que sabemos que se está especulando con nuestras platas, sin que se nos haya pedido la opinión y sin que podamos evitarlo. Y es sólo cuestión de ver las cifras... Para ilustrar esta situación veamos el caso de una AFP:




AFP HABITAT S.A. Fondo tipo B y AFP HABITAT S.A. fondo tipo C. Según la información entregada por la Superintendencia de Valores y Seguros (www.svs.cl), ambos fondos tienen una propiedad de entre el 1% y el 5% del total de las acciones de FASA. No dice exactamente cuánto es. Pero ¿entre cuántas personas se reparten los dividendos? En el caso de Piñera, el hombre solidario que comparte la suerte de los chilenos, él sólo se embolsó $1.400.000. 000...
¡Felicitaciones!


¿Para qué hacer todo este ruido…que tal vez nadie percibirá?


Bueno… es mi privilegio no estar de acuerdo con algo y manifestarlo, aunque nadie vaya a leer estas palabras. Debo decir que me fastidia esta especie de mentalidad de peón de fundo que pareciera impregnar nuestra conducta. Flota sobre nuestra sociedad algo así como el fantasma de la fatalidad, el “fatum”, en el sentido que pareciera que el destino ya está escrito y no nos queda más que aceptarlo: el patrón siempre tiene la razón y aunque no la tenga no importa, ya que es el patrón… el destino lo puso como tal, y a mí me tocó ser peón… ¡mala suerte! Los poderosos pueden hacer lo que quieran; las AFP pueden arriesgar nuestros fondos; los multimillonarios pueden jugar a ser servidores públicos y, de paso, reírse de nuestra estupidez. Gran parte de nuestros políticos son unos chantas, miopes, que no ven más allá de los intereses particulares de sus grupos y de un puñado de privilegios cagones. Somos uno de los países con mayores desigualdades del mundo. No importa… el destino lo quiso así… Por eso nacimos en Chile y no en la Argentina, por ejemplo, donde en una situación como la que hemos descrito ya se habrían tomado las calles de la capital manifestando su descontento, y no como acá, que van a gritar ante los empleados de las farmacéuticas y no a los dueños y ejecutivos, que son los que realmente toman las decisiones. Bueno, el “destino” quiso que tuvieran otro carácter y les envió más italianos para conformar su sociedad…


Desgraciadamente (afortunadamente para algunos), en Chile todo se enfría rápidamente. Así es que es muy probable que pronto todo esto se habrá olvidado.


Es nuestro destino.

"INCERTA OMNIA, SOLA MORS CERTA"

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Hace algún tiempo, yendo distraído por la calle -como siempre-, se me acercó alguien y me entregó un folleto a todo color, elegantemente diseñado, publicitando lo que parecía ser un "resort" o algún lugar adonde ir de vacaciones. Pero resultó ser otra cosa: ¡promocionaba un cementerio! Lo que me llamó la atención fue que, entre verdes prados cuidadosamente mantenidos, caritas sonrientes, con dentaduras perfectas, y ofertas realmente convenientes, por ningún lado apareciera la palabra "muerte". Ello me hizo recordar la tendencia creciente en nuestra cultura de vivir de espaldas a la muerte, evadiendo a toda costa su insoportable realidad. Se vive como si no existiera o como si se tratara de algo externo a nosotros y que no nos concierne personalmente.



¿Cuántos de nosotros pensamos en nuestra propia muerte?

Tenemos proyectos de vida; nos comprometemos con tal o cual causa; amamos u odiamos; soñamos con una vida mejor, tal vez con una familia propia; nos esforzamos para forjarnos un futuro seguro y "rentable", etcétera. En resumen, vivimos la vida. Pero el hecho desnudo, bruto e indiscutible es que, tarde o temprano, de un modo u otro, voluntaria o involuntariamente, es que nos (me) vamos (voy) a morir.


"To be, or not to be: that is the question:

Whether 'tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune,
Or to take arms against a sea of troubles,
And by opposing end them?
To die: to sleep;

No more; and by a sleep to say we end
That flesh is heir to -- 'tis a consummation
Devoutly to be wish'd. To die, to sleep;
To sleep, perchance to dream".

"Existir o no existir: esa es la pregunta:
si es más noble para el alma soportar
los castigos de la fortuna injusta,
u oponer los brazos a este torrente de calamidades,
y acabar con ellas en el combate?
Morir: dormir.


Nada más; Y si, por decirlo así, durmiendo acabáramos con

las aflicciones y los innumerables padecimientos,
que hemos heredado por naturaleza… sería un final
que deberíamos desear con ansia. Morir, dormir;
Dormir... y tal vez soñar".


Estos archiconocidos versos (y por lo mismo, muy mal conocidos) de la primera escena, del tercer acto de la obra de William Shakespeare, "Hamlet"[1] pueden sonar contemporáneos a nuestros oídos. Ayer como hoy, la muerte es EL problema por excelencia ante el cual, curiosamente, nos preguntamos por el sentido de la vida…nuestra vida. Ella nos empuja constantemente a preguntarnos por el sentido de la propia existencia, una existencia extraña que nos es impuesta desde fuera y que nos es quitada, sin que podamos hacer nada para evitarlo. La muerte es una realidad personal que nos afecta en lo más propio de nuestro ser, pero de la cual no podemos hablar con propiedad ya que de ella no podemos tener experiencia personal.[2] La nuestra es siempre una experiencia indirecta; es la muerte de los otros –cercanos o lejanos, humanos o no- la que nos lleva a plantearnos la pregunta por nuestra propia mortalidad. Es la conciencia de la posibilidad inminente de dejar de ser y la certeza de que en un futuro (indeterminado pero seguro) ya no tendré futuro.

La muerte es parte de la vida. Esto es tan así que se da, a nivel celular, la paradoja de que la negación de la muerte produce la muerte. Las células están, por así decirlo, programadas para morir, tienen fecha de vencimiento. Cuando por alguna mutación se produce una alteración en esa programación, las células se niegan a morir y comienzan a reproducirse de manera incontrolada y nociva. Y eso se llama cáncer.

Una de nuestras características, en cuanto seres vivos dotados de “interioridad”, es la de querer siempre más: anhelamos “ser-más”. Esta dinámica vital interna pareciera oponerse a la dinámica “externa”, “biológica” de la vida: biológicamente, somos un dinamismo que se va desgastando progresivamente; desde que nacemos vamos paulatinamente muriendo, rumbo al aniquilamiento, a dejar de ser… a la nada. El problema es que soy YO quien va rumbo a la aniquilación. Esa concretización espacio-temporal que soy en cuanto cuerpo, se desintegrará y diluirá al morir. Esto es tal radical que ya ni siquiera tendré conciencia de mí o de mi entorno: al morir el cerebro mueren con él todas las posibilidades de percibir, incluso la posibilidad de saberme muerto.

En nuestra época, de hegemonía de la ciencia y la técnica, tenemos más formas ilusorias de evadir esa realidad que me espera, que en otros momentos de la historia de la humanidad; tengo más herramientas para camuflar mi destino, para obviarlo y darle la espalda. Pero no importa. Nada de lo que haga podrá cambiar el hecho que no somos más que “caro data vermibus”: “carne para los gusanos”.

No estaría de más que, al mirarme al espejo antes de irme a dormir, imaginara una calavera que me dijera:
MEMENTO MORI: Recuerda que vas a morir…


[1] http://en.wikipedia.org/wiki/To_be,_or_not_to_beThe heart-ache and the thousand natural shocks


 




[2]La muerte se nos presenta como lo más cierto que le aguarda a nuestra vida y, al mismo tiempo, como aquello que nos saca o nos enajena de la vida. Tal es la situación que condiciona las posibilidades de nuestro discurso sobre el tema. En sí misma la muerte es indefinible, simplemente porque definir algo es un acto de dominio sobre lo definido: para definir la muerte tendríamos que dominarla. Y sabemos que es ella quien nos domina a nosotros. No es posible hablar de la muerte como de una experiencia hecha. Los que realmente han hecho esta experiencia, ya no nos hablan. Mientras estamos vivos, solo sabemos de la muerte por el testimonio mudo y opaco de otros, no por nosotros mismos. Al referirnos a ella, decimos cosas en relación a lago que situamos como futuro o posibilidad. Cuando dicho futuro o posibilidad se actualiza, dejamos de hablar y, solo entonces, hacemos la experiencia de la muerte. Visualizamos, por tanto, a la muerte como una realidad que nos aguarda”. Noemi, Juan; Vida y muerte: una reflexión teológico-fundamental; Teología y Vida, Vol. XLVIII (2007), 41 - 55.